- La niña de Cuenca es una de las bodegas singulares de Castilla-la Mancha y representa la mejor versión de lo que fue la historia del vino en la comarca de Manchuela.
Entre publicación de guía y guía, antes de sumergirme en sesiones de catas que me llevan a descorchar, valorar y puntuar los vinos publicados en las ediciones semestrales de la guía Wine Up! aprovecho para viajar y conocer de primera mano esos proyectos que llaman la atención y por qué no decirlo, merece la pena conocer más allá de la frialdad de una botella tapada y la cata ciega.
En 2018 descubrí, acompañado del premio a mejor vino tinto de cosecha, los “best in class” de la guía Wine Up! la marca Rubatos de la bodega “la niña de Cuenca”, una micro bodega que rompía moldes con la elaboración Premium de la variedad Bobal en tinajas de barro, con ausencia de cualquier tipo de madera. La sorpresa llegó cuando supe el nombre del enólogo y posteriormente socio del proyecto: Diego Morcillo. Un gran enólogo y, sobre todo, un gran amigo y compañero con el que coincidí profesionalmente en 1999.
Un vino sorprendente en el que todo el protagonismo estaba (y está) en la fruta. Con taninos pulidos, color medio, frescura… es decir, todo lo bueno de la uva transformada en vino, al desnudo, sin aromas aportados por barricas.
Hay que ser valientes, y sobre todo conscientes, de lo que de verdad merece la pena en el vino, la viña.
La familia López Orozco cuenta con pequeños majuelos de la variedad Bobal, algunos con historia centenaria. También algo de Albilla de Manchuela y una rareza en la zona, garnacha. A este proyecto se le sumó Diego Morcillo, un enólogo acostumbrado a lidiar con elaboraciones de decenas de millones de kilos y la delicadeza para llevar a la máxima expresión una primera vendimia que apenas llegaba a unos pocos miles de litros.
Visitar, conocer in situ los proyectos, pisar la viña, esta es la mejor experiencia que puede disfrutar cualquier winelover.
Puedes ir a bodegas majestuosas, mausoleos espectaculares que te dejarán boquiabiertos, pero también, puedes visitar bodegas que no tienen nada más que el encanto, un sueño hecho realidad de pequeños viticultores
Producciones que apenas superan los 3000 kilos por hectárea, la compra o rento de minúsculos majuelos de viñedo histórico y tinajas que no superan los 1000 litros. Es lo único que necesitan para elaborar unos de los mejores vinos de Cuenca y de la D.O. Manchuela.
Una zona que ha consagrado gracias a Parker otro grande de la D.O.: Juan Antonio Ponce, punta de lanza de la comarca. Es el más conocido, pero no el único.
La niña de Cuenca comenzó de la forma más humilde, una vieja nave en la que instalaron unas primeras tinajas en las que se fermentaron los primeros racimos de uva de Bobal seleccionados de viñedos próximos a la centena de años. La variedad elegida es la autóctona, esa bobal denostada hasta pocos años.
La visita comenzó en el viñedo, siguiendo el curso del vino, lo primero es la viña. Ahí es donde todo se entiende, el génesis te todo lo bueno. La edad del viñedo es directamente proporcional a la calidad, siempre y cuando se den algunos condicionantes, que no todo lo viejo es sobresaliente.
Pequeños majuelos de viñas estratosféricas en tamaño, difíciles de encontrar en otros territorios, en algunos casos su porte supera claramente mis 1,82 metros.
Algún majuelo con variedades como la Benedicto, casi desaparecidas y que conocía gracias al trabajo de recuperación y catalogación de variedades del IVICAM.
Tras la viña, otra de las mejores experiencias que te puede ofrecer una bodega: la cata vertical.
Diego descorchó cuatro añadas de Rubatos 2020, 2019, 2018 y 2017 con la duda de cómo se comportará un vino con crianza exclusiva en tinaja más allá de dos o tres años. No hay, o al menos no conozco, referencias similares en vinos tintos, es decir, en ausencia total de madera y cómo evolucionan en el tiempo.
Sorprende ver lo expresivos que se muestran, completamente vivos, con una evolución excelente, más bien dicho, sin evolución, han redondeado y ganado en complejidad. Tan solo hay que esperar a ver cómo estarán dentro de cinco años.
Otra rareza en la zona, es una garnacha de viñedos muy viejos. Hay que recordar que estamos en una zona histórica donde casi todo lo que había era Bobal salpicado de otras variedades como la casi desaparecida “albilla de manchuela” con la que elaboran el único vino de la zona.
Esa garnacha que todavía está sin etiqueta, muestra un claro carácter varietal con una fruta nítida e intensa, desde moras a la flor de la violeta y rosas. Con las pocas botellas que hay, habrá que estar atentos para no perder la oportunidad.
La cata terminó con la primera añada de Ildania, la 2016. Aquí vuelve a sorprender la vida que tiene un vino sin madera que está próximo a los 6 años. Mineral, fruta y un paso por boca que invita a seguir bebiendo.
El rosado Velvet & Stone lo tenía catado recientemente para el artículo de rosados que puedes leer en este enlace. Uno de los mejores o, puede que sea el mejor rosado de Castilla-La Mancha.
La consejería de agricultura y desarrollo rural de la JJ.C. de Castilla-la Mancha está trabajando en la nueva ley del vino de la región con medidas tan interesantes como la subvención al viñedo viejo. Habrá que ver cómo termina el borrador y lo que finalmente se aprueba, pero, considero que hoy, el viñedo viejo que se mantiene, es precisamente por su calidad y es a nivel vitícola, el principal activo de muchas bodegas.
De estos viñedos viejos, salen los mejores vinos de la región. Cualquier medida que se tome para protegerlos, será bienvenida.
Joaquín Parra, Wine Up! ©2022
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