En navidad es la época del año en la que más vino se consume, también cuando la factura es más alta, aun así, hay quien se conforma con cualquier vino para una cena sublime, algo que está fuera de toda lógica. Si echamos el resto en la comida y en la cena, no podemos arruinarlo todo por elegir un vino que no de la talla.
El vino forma parte de los regalos y atenciones más recurridos, es una forma de compartir amista, agradecimiento, cariño… nada más acertado que el Vino. No hay cesta de navidad que se precie sin una botella de vino.
La finalidad del vino es la de beberse (y no guardarlo hasta que se estropea), sirve para acompañar momentos en la mesa y sobremesa donde entra el “maridaje” o “armonía”, según prefiramos llamarlo.
La palabra maridaje viene de “matrimonio”, de unión para mejorar. En gastronomía hablamos de la combinación de dos alimentos para que ambas mejoren.
Real Academia de Gastronomía promueve llamarlo Armonía ya que es un término más acertado y que justifica mejor el objetivo. Un alimento y el vino entran en armonía cuando ambos mejoran, es decir, por separado aportan matices pero en conjunto se complementan y mejoran.
En armonía podemos hablar de afinidad y contraste.
Armonía-maridaje por afinidad: Los sabores son parecidos y se refuerzan. Podemos poner un ejemplo clásico de un albariño con unos berberechos o marisco de las rías. Un tinto de Ribera del Duero con un lechazo al horno…, por ejemplo, un vino blanco albariño con unos mejillones, como no, con un buen marisco de las rías. Otro ejemplo, un Tempranillo D.O. Ribera del Duero con un buen Lechazo al horno.
Armonía por contraste: El contraste busca que sabores distintos se compensen y resalten, sabores en muchos casos que pueden ser antagónicos como un queso Roquefort y un vino dulce.
En la mesa no hemos de buscar la perfección ni ser demasiado ortodoxos, con unas pautas básicas disfrutaremos y haremos disfrutar a nuestros comensales en la mesa.
Pescados con vinos blancos y carnes con vinos tintos. Sí, pero hay más vida detrás de este concepto básico. Hay pescados como el bacalao que pueden acompañar perfectamente a un vino tinto y una carne a la brasa que puede armonizar mejor con un blanco fermentado en barrica. Todo es cuestión de gustos y preferencias.
Los vinos dulces para el postre y para el aperitivo. Es habitual terminar la comida con platos dulces y a ello asociamos el vino dulce pero también podemos comenzar la comida o tomar un aperitivo con una armonía por contraste, un queso azul con un vino dulce es todo un espectáculo.
¿Los espumosos para brindar en la sobremesa?. También, cómo no, pero un buen vino espumoso (da igual la denominación de origen) nos puede acompañar desde el aperitivo hasta el postre, eso como decimos al principio, no escatimar en el precio.
Vinos generosos como los de Jerez ¿también en la mesa?. Son vinos más “complicados” para aquellos que no lo beben habitualmente. Hay que diferenciar entre vinos secos, abocados y dulces y en función de esto elegiremos el menú, pero probablemente son los que más nos pueden sorprender, de hecho unos encurtidos o salazones para el aperitivo son perfectos para un buen fino. Las alcachofas, casi en exclusiva para un oloroso o amontillado al igual que un buen asado o carnes rojas.
Para los dulces típicos de estas fechas: turrón, polvorón, mantecados, un cream (oloroso dulce) y un palo cortado (afinidad y contraste).
Lo más importante en la armonía o maridaje es sobre todo el momento y la compañía.